Sedentarismo vs nomadismo
LA DESCONOCIDA
En aquel tren, camino de Lisboa,
en el asiento contiguo, sin hablarte
-luego me arrepentí.
En Málaga, en un antro con luces
del color del crepúsculo, y los dos muy fumados,
y tú no me miraste.
De nuevo en aquel bar de Malasaña,
vestida de blanco, diosa de no sé
qué vicio o qué virtud.
En Sevilla, fascinado por tus ojos celestes
y tu melena negra, apoyada en la barra
de aquel sitio siniestro,
mirando fijamente -estarías bebida- el fondo de tu copa.
En Granada tus ojos eran grises
y me pediste fuego, y ya no te vi más,
y te estuve buscando.
O a la entrada del cine, en no sé dónde,
rodeada de gente que reía.
Y otra vez en Madrid, muy de noche,
cada cual esperando que pasase algún taxi
sin dirigirte incluso
ni una frase cortés, un inocente comentario...
En Córdoba, camino del hotel, cuando me preguntaste
por no sé qué lugar en yo no sé qué idioma,
y vi que te alejabas, y maldije la vida.
Innumerables veces, también,
en la imaginación, donde caminas
a veces junto a mí, sin saber que decirnos.
Y sí, de pronto en algún bar
o llamando a mi puerta, confundida de piso,
apareces fugaz y cada vez distinta,
camino de tus mundo, donde yo no podré
tener memoria.
(Felibe Benítez Reyes)
La primera vez que leí este poema, no pude evitar pensar en Martín Marco, el inevitable protagonista de La Colmena -que tantas horas obligatorias nos robó en el instituto. Su característica era el nomadismo, vagando de un lado a otro, además de una perenne insatisfacción sólo ligeramente colmada en la cama con Purita, la ramera.
Más tarde situé el poema en la imaginación, y todo se volvió de repente tremendamente sedentario. Cuando releía el poema descubría que, al igual que antes Julio Salinas y mucho antes Fernando de Herrera, el poeta vivía en los pronombres.
Y al fin descubrí que no tendríamos memoria en sus mundos. En sus mundos, porque hay tantos mundos como chicas -amadas. Vagar, de nuevo, pasaba a un primerísimo primer plano... ¿o no?
Decidme... ¿sedentarismo o nomadismo?
En aquel tren, camino de Lisboa,
en el asiento contiguo, sin hablarte
-luego me arrepentí.
En Málaga, en un antro con luces
del color del crepúsculo, y los dos muy fumados,
y tú no me miraste.
De nuevo en aquel bar de Malasaña,
vestida de blanco, diosa de no sé
qué vicio o qué virtud.
En Sevilla, fascinado por tus ojos celestes
y tu melena negra, apoyada en la barra
de aquel sitio siniestro,
mirando fijamente -estarías bebida- el fondo de tu copa.
En Granada tus ojos eran grises
y me pediste fuego, y ya no te vi más,
y te estuve buscando.
O a la entrada del cine, en no sé dónde,
rodeada de gente que reía.
Y otra vez en Madrid, muy de noche,
cada cual esperando que pasase algún taxi
sin dirigirte incluso
ni una frase cortés, un inocente comentario...
En Córdoba, camino del hotel, cuando me preguntaste
por no sé qué lugar en yo no sé qué idioma,
y vi que te alejabas, y maldije la vida.
Innumerables veces, también,
en la imaginación, donde caminas
a veces junto a mí, sin saber que decirnos.
Y sí, de pronto en algún bar
o llamando a mi puerta, confundida de piso,
apareces fugaz y cada vez distinta,
camino de tus mundo, donde yo no podré
tener memoria.
(Felibe Benítez Reyes)
La primera vez que leí este poema, no pude evitar pensar en Martín Marco, el inevitable protagonista de La Colmena -que tantas horas obligatorias nos robó en el instituto. Su característica era el nomadismo, vagando de un lado a otro, además de una perenne insatisfacción sólo ligeramente colmada en la cama con Purita, la ramera.
Más tarde situé el poema en la imaginación, y todo se volvió de repente tremendamente sedentario. Cuando releía el poema descubría que, al igual que antes Julio Salinas y mucho antes Fernando de Herrera, el poeta vivía en los pronombres.
Y al fin descubrí que no tendríamos memoria en sus mundos. En sus mundos, porque hay tantos mundos como chicas -amadas. Vagar, de nuevo, pasaba a un primerísimo primer plano... ¿o no?
Decidme... ¿sedentarismo o nomadismo?
2 comentarios
artdyl -
Donato -