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Islas

La alteridad

CAN VEI LA LAUZETA MOVER

Can vei la lauzeta mover
de joi sas alas contra•l rai,
que s’oblid’es laissa chazer
per la doussor qu’al cor li vai,
ai! tan grans enveya m’en ve
de cui qu’eu veya jauzion,
meravilhas ai, car desse
lo cor de dezirer no•m fon.

Ai las! tan cuidaba saber
d’amor, e tan petit en sai!
car eu d’amar no•m posc tener
celeis don ja pro non aurai.
Tout m’a mo cor, e tout m’a me,
e se mezeis’e tot lo mon;
e can se•m tolc, no•m laissez re
mas dezirer e cor volon.

(…)

(Bernart de Ventadorn)

[Cuando veo la alondra que mueve/ de alegría sus alas contra el rayo de sol/ y que se olvida y que se deja caer/ por la dulzura que le entra en el corazón,/ ¡ay!, entonces siento tal envidia/ por cualquiera que me vea alegre, que me admira cómo al instante/ el corazón no se me funde de deseo.// ¡Ay, desdichado! ¡creía saber tanto/ de amor, y sé tan poco!/ pues no puedo abstenerme de amar/ a aquella de la que no tendré beneficios./ Me ha quitado mi corazón, y a mí/ y a sí misma, y a todo el mundo;/ cuando se me fue, no me dejó nada,/ sino deseo y corazón anhelante. (…) -trad. de Carlos Alvar-]

Este poema es precioso. Pero la lírica provenzal (siglos XII y XIII) nos deja un regusto extraño, demasiado lejano en el tiempo. Ahora, ¿quién lee en provenzal, u occitano? El joi, el jauzion, no podemos hacer otra cosa que traducirlo como alegría. Pero falseamos el significado: debemos saber que es, sencillamente, un estado del espíritu –amoroso- que eleva al hombre por encima de sí mismo.

Y ahora podemos entender las contradicciones del tímido Bernart de Ventadorn. Pobre envidioso, admirado de que el corazón no se me funde de deseo, quejoso por una amada que no me dejó nada. Alegre, gozoso, doliente al mismo tiempo. Todo lo condensa el joi. Pero fijaros, notad la increíble voracidad con la que el cor se apropia del poema…

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