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Islas

Lo fatal

DE LA MANO

No somos mucho: un hombre y una niña
en la húmeda noche de verano.
Nadie nos mira, nadie nos conoce.
Y vamos de la mano entre las sombras,
sin prisa, mientras muge el mar inquieto.
Cantan los grillos. Tiemblan las luciérnagas.
La tierra recompone sus pedazos.

Incontables estrellas nos vigilan
con ojos ciegos, brillantes de asombro
mientras giran y pasan y se extinguen.
Nada es, si nada dura. Y caminamos
sin saber hacia dónde, ni si existe
el camino de vuelta, o si hay camino.
Pero sé que tu mano está en la mía,
y que todo irá bien si no la sueltas.

(Eduardo Jordá)

Hay que entender que una sombra se cierne sobre la niña. Posiblemente, nunca veremos a la mujer. El hombre, temeroso, se dispone a agarrar cada momento, asido al ahora como la llama al cirio -en una tempestad-. Pero… nada es, si nada dura.

Y volvemos al primer verso. Plural, primera persona. Los destinos se entrelazan, cruzados, en una indescifrable maraña de incógnitas, vuelan, contemplan asombrados el mundo, mientras la tierra recompone sus pedazos…

2 comentarios

artdyl -

Vaya, no había caído yo en esa interpretación.
A veces poseo un exceso de escatología en mi mente... (si dudas sobre el alcance de "escatología", me refiero a la primera acepción del DRAE -aunque tampoco tendríamos que descartar la segunda-)

YgNeO -

Ya me conozco la historia. Las manos, al final, se sueltan, y la niña se deshace de su sombra.
Pero son tan lindas las niñas, que luego acabas sonriendo, mientras recompones tus pedazos hecho una puta tierra.

Digo yo, vamos, Eduardo Sabrá.